viernes, noviembre 21, 2008

Para machucar mi corazón Una antología poética de Brasil

(Lêdo Ivo, Mário de Andrade, Carlos Néjar, Carlos Drummond de Andrade, Joâo Cabral de Melo Neto, Manuel Bandeira, Ferreira Gullar, Murilo Mendes, Vinicius de Moraes, Cecília Meireles y Ana Cristina Cesar)
 
 
Brasil 0 - Venezuela 0, un puente poético en construcción
 
A Aly Pérez, in memoriam.
A Fernando Rodríguez, estragada mi rabia a tragos.

Muy a pesar de mi ascendencia portuguesa —madeirense por demás, lo cual me salva del denuesto alfacinha que se le endilga a los lisboetas—, en el seno familiar casi no tuve contacto con la literatura de Portugal, mucho menos con la de Brasil. Apenas había llegado a mis manos una antología poética de Luís de Camôes, en su lengua original, conmemorativa del día nacional de Portugal. En mi adolescencia importaba más el desempeño —fallido hasta Estados Unidos 94— de la selección de fútbol brasileña en pos del tetracampeonato: para 1982, contaba con el mejor medio campo del mundo, Sócrates, Toninho Cerezo y Falcão apoyando al ponzoñoso Zico; sólo que Italia y Paolo Rossi arruinarían con tres goles la ensoñación de la hinchada verdiamarilla, a la que por entonces me había adscrito. En esa misma década, nos embriagábamos con la música heredera del Bossa Nova, de Antonio Carlos Jobim y del MPB: Chico Buarque, María Betania, Gal Costa, Milton Nascimento y Djavan. Qué decir de las depuradas telenovelas brasileñas que pueden comprender el intervalo que va de Vale Todo a la muy sensual Xica Da Silva (no podemos obviar la versión fílmica que la antecede, de Carlos Diegues).
Sin embargo, gracias al contacto con el Departamento de Literatura de la Universidad de Carabobo y su revista Poesía, teniendo a la vanguardia al poeta Reynaldo Pérez Só, pudimos acceder a la producción poética de habla portuguesa, sobre todo la brasileña. Entre los años 1992 y 1993, un grupo de estudiantes universitarios, entre los que nos contábamos Pedro Téllez, Slavko Zupcic, Argenis Salazar y este cronista, formamos parte del Taller de Traducción de Poesía en portugués, cuyo ductor fue el mismo Pérez Só. Por fortuna, se publicaron traducciones mías en la revista La Tuna de Oro, otra de las publicaciones emblemáticas del Departamento: siete textos poéticos de Ledo Ivo, procedentes de su poemario Crepúsculo civil (1990),en el número 19 de febrero-marzo de 1994; Poemas da Negra (1929) de Mário de Andrade, en el número 21 de enero-febrero de 1995; y tres poemas de Carlos Néjar en el número 23 de enero-febrero de 1996. Años después, publiqué en mi rol de director la traducción de tres textos poéticos de Carlos Drummond de Andrade, a los fines de acompañar un estupendo ensayo de Rodolfo Alonso sobre este poeta postmodernista de Brasil (La Tuna de Oro, número 41, mayo-junio de 2004). En este caso, el enemigo a vencer era la traducción literal: se trataba más bien de la conjunción o abordaje simultáneo de la idea patente en imágenes, el tono, el estado anímico y la musicalidad del texto poético. De lo contrario, se fracasaría en un pobrísimo ejercicio de traslación operativa a la manera de los manuales de instrucciones —o peor aun, de los textos marxistas traducidos por la Editorial Progreso de Moscú. Ya lo advierte Pérez Só sin amagues de ningún tipo: "3) Traducir, traducir. Lo hacemos con un autor extranjero, por supuesto. Pero no es una versión, es mi versión, es mi poema. (...) No dejando que la traducción sea lineal". Otro tanto nos lo justifica Rodolfo Alonso: "Traducir poesía, cosa que por aquellos tiempos hacía asiduamente, al mismo tiempo con ansiosa inquietud y con placentero abandono, fue no sólo la mejor educación (¿iniciación?) literaria posible sino realmente algo esencial para mi vida toda. No sería quien soy sin haberlo intentado". Veamos un ejemplo, con el cual me hallo compenetrado, O trapiche de Ledo Ivo:
El trapiche

Quieres que guarde para ti el rocío.
¿Mas cómo puedo guardar lo que se disuelve
al sol, como el viento, el amor y la muerte?
¿Cómo guardar los sueños que soñamos
al paso que caminamos despiertos
en lo oscuro y sin nadie a nuestro lado?
¿Y los susurros de labios encantados
en el otro lado del muro? ¿Y la hierba que se esparce
en la pista del aeropuerto? ¿Y la mancha que aparece
en la cáscara del mango maduro?
¿Cómo guardar la brisa sibilante
en el combés del navío? ¿Y el vuelo del pájaro?
¿Y la barca abandonada que atraviesa el río
y para bajo la cubierta?
¿Cómo y por qué guardar un arreo herrumbroso
y la ceniza de la hoguera
y la lluvia que llovía y el viento que venteaba?
La nada guardaremos, nosotros que somos
el depósito de todo, el baúl y el trapiche.
El rocío, que es eterno, se evapora
llegada su hora. Y nuestros sueños
nos guardan fielmente en sus sepulcros.
El poema se refiere a un trapiche, palabra válida en Brasil y Venezuela, esto es el lugar donde se almacena la caña de azúcar y se elabora el aguardiente de caña, su veneno en la acepción baudelaireana. Si se apelara al título El almacén, destruiría el ámbito y el espíritu rural del texto, extensivos en la consideración metafísica y existencial allí inmanentes. La búsqueda de la unicidad del ser en la dispersión. Si se quiere, manifiesta el ars poética de Ledo Ivo: "Mi ambición, en la mañana de los primeros versos tuertos y de la prosa balbuceante, era crear un recipiente formal que me contuviese por entero, en una melodía durable" (Confesiones de un Poeta, 2004, Academia Brasileña de las Letras-Topbooks, p. 13). El trapiche es la metáfora maravillosa y lograda de la cual se vale Ivo en la configuración del corpus del poema. Sencilla e impune, inmediata a nuestra paradójica condición, la de ser víctimas propiciatorias de los equívocos fundados en la poco probable conciliación habida entre el deseo y la realidad que nos ampara importunamente, como si fuésemos intrusos; despojada de la retórica hueca y abusiva en la aprehensión del paisaje y los objetos en los que nos reconocemos día tras día.
Hoy, traduciendo una interesantísima conversación de poetas brasileños —que nos envió a la redacción de Poesía el también amigo y poeta Floriano Martins—, constatamos la brecha que nos separa de la poesía del gigante amazónico. De lado y lado. Muy a pesar de nuestra vecindad geográfica, es menester aproximarnos en las virtudes y las falencias. Uno de los obstáculos lo representa la condición idiomática de cada cual, pese a que ambas lenguas son romances. Hay muy escaso interés en aprender el idioma del otro, aunque las excepciones al respecto constituyan una valiosa contribución en la construcción de un puente cada vez más necesario, en el combate a un proceso de globalización de una gula sin par, por cierto, una barrera bien notable. La poeta Astrid Cabral no deja pasar la limitante cultural: "Pienso que lo que ha ocasionado 'un cierto vacío' en las relaciones entre Brasil e Hispanoamérica, ha sido la influencia masiva y hegemónica de Norteamérica, adueñándose de todo y cualquier espacio, asimismo los recónditos lugares personales. Estados Unidos extendió el monopolio económico a las demás áreas. Comemos, vestimos, leemos y vivimos norteamericanamente —the american way of life, N.T.— (¡todavía bajo protestas! ¿Quién está virgen de unos pantalones Lee, o nunca mató el hambre en McDonald's?)". Al parecer, el Alca no repara en este tipo de detalles; no conviene la integración cultural de la América Latina, pues el todo estriba en el desigual intercambio de mercancías que atenuará el abultadísimo déficit fiscal de los Estados Unidos. Valga como colofón de este párrafo, la pertinencia de la integración latinoamericana per se, sin la mediación de gendarmes y mercaderes "protestantes": "Un pueblo no alcanza el estado de civilización sumándose al proyecto de otro pueblo, sino tomando conciencia de su ser en el mundo, de su identidad y su especificidad cultural" (América como civilización emergente, de Adolfo Colombres, 2004, Editorial Sudamericana).
Por supuesto, tenemos el condicionante editorial de ambos lados de la frontera. No sólo en lo que toca a la edición recíproca como tal, sino en su divulgación continental. La referida conversación sostenida por los poetas brasileros Alberto da Costa e Silva, Carlos Néjar, Astrid Cabral, Claudio Willer, Álvaro Alves de Faría, Alexei Bueno y Flavio Khothe, arrojó un desconocimiento casi generalizado de la poesía venezolana actual. Fuera de nombres como los de Andrés Bello y Vicente Gerbasi, apenas se asoman poetas como Juan Calzadilla, Francisco Pérez Perdomo, Edmundo Aray y María Antonieta Flores. Sin embargo, el poeta Floriano Martins se ha dedicado a la divulgación de la poesía venezolana por medio de su revista virtual Algulha. Recientemente, el poeta Armindo Trevisan prologó una antología poética de Pérez Só, publicada por Monte Ávila Editores Latinoamericana. Uno de los pocos poetas venezolanos traducidos en portugués y editados en Brasil es Vicente Gerbasi con su libro Olivos de eternidad. Es de admitir que nuestras editoriales han fallado en la divulgación continental de la literatura venezolana, en especial el caso de los poetas. En Brasil hay un conocimiento más cabal del quehacer poético argentino, chileno y peruano.
En Venezuela, da la impresión de que se conoce algo más de la poesía brasileña del siglo XX. Ya se había dicho que la revista Poesía ha divulgado poéticas no tradicionales, como las de Brasil y Portugal, incluso el trabajo de poetas angoleños que escriben en portugués. En sus páginas tenemos textos poéticos y entrevistas realizadas a poetas tales como Ledo Ivo, Carlos Néjar, Murilo Mendes, Carlos Drummond de Andrade, Joao Cabral de Melo Neto, Floriano Martins, entre otros. Otro tanto ocurre con La Tuna de Oro, cuyo mercado divulgativo descansa en los estudiantes y docentes de la Universidad de Carabobo. Por otra parte, la colección Biblioteca Ayacucho ha editado títulos de poetas, narradores y ensayistas brasileños: Gilberto Freyre, Joaquim María Machado de Assis, Lima Barreto, Euclides da Cunha, Sergio Buarque de Holanda, Jorge Amado, y los poetas Oswald de Andrade, Mário de Andrade y Joao Cabral de Melo Neto. Fundarte publicó dos antologías de poetas brasileños: Ferreira Gullar (La lucha corporal y otros incendios, 1977, traducción de Santiago Kovadloff)y Joao Cabral de Melo Neto (Antología poética, 1979, traducción de Margara Russotto). Ejemplos que nos permite la fragilidad de nuestra memoria. Sin embargo, el inventario comprende desde el "fecundísimo modernismo brasileño" (Rodolfo Alonso dixit) de voces tales como la de Mario de Andrade, atravesando la poesía concreta de Ferreira Gullar, hasta el cierre del ciclo que representa la obra de poetas significativos como Joao Cabral de Melo Neto, Ledo Ivo y Carlos Néjar.
Por supuesto, ambas naciones parten de experiencias históricas peculiares. Pedro I proclama en 1822 la Independencia de Brasil, luego del traslado de la corona portuguesa al territorio amazónico, producto a su vez de la invasión napoleónica a la Península Ibérica. Ya no se trataba de un Virreinato, la mudanza y el acarreo trajo consigo la corte portuguesa a América con su cargamento de cultura, intelectuales y poesía. En el caso de Venezuela, la cautividad de Fernando VII a manos del ambicioso corso supuso un perfecto pretexto para la declaración de independencia del 19 de abril de 1810, la cual desembocaría en las mismísimas puertas del antiguo Imperio Inca. Quien iba a esperarlo de una modesta Capitanía General del Imperio Español. Sin embargo, las peculiaridades de cada cual incitan vivamente el acercamiento, más allá de la ausencia de la materia cultural en las cartas de intención y acuerdos recién firmados entre los presidentes Lula y Hugo Chávez Frías.
Cerremos este inventario binacional con estos versos de Carlos Néjar:
Cerrado para el balance
de todas las cobardías
y los actos heroicos —tan pocos—
dispongo las aptitudes
y las líneas de fuego
sin armisticio.
Me dispongo en esto
porque el equilibrio
es una camisa de fuerza
en mi cuerpo
y no tengo dónde poner
las ropas de la ambición
a no ser en la maleta vieja
del ático de la infancia.
Valencia, febrero de 2005

Nota:
Las traducciones de los textos en portugués, tanto los de prosa como los poemas, fueron realizadas por el autor del presente trabajo (José Carlos De Nóbrega).
Tomado de: http://www.letralia.com/transletralia/brasil/index.htm
 
José Carlos De Nóbrega  

Ensayista y narrador venezolano (Caracas, 1964). Licenciado en educación, mención lengua y literatura, de la Universidad de Carabobo (UC). Ha publicado los libros de ensayo Textos de la prisa y Sucre, una lectura posible, ambos en 1996, y Derivando a Valencia a la deriva (2006). Fue director de la revista La Tuna de Oro, editada por la UC. Forma parte de la redacción de la revista Poesía, auspiciada por la misma casa de estudios. En 2007 su blog Salmos compulsivos obtuvo el Premio Nacional del Libro a la mejor página web.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades,soy amiga de la poesia,hermana y compañera,es mi amante en soledad y pañuelo en mis tristezas.Hacedora de palabras,heme aqui y alla,armandolas,atandolas,amandolas. mi nombre: Maria Teresa Aristizabal Mejia. mis amigos y no tan amigos me llaman " La poeta juridica" gran responsabilidad,tengo 64 hijos hechos poemas con las palabras juridicas,pero que que ha travez de la poesia las he compartido con muchos,.estan recopilados en un libro con todas las de la ley "Amar bajo palabra" solo tengo 1,los demas han viajo lejos en una maleta,acompañado a un estudiante,a un amigo y otros en los anaqueles de bibliotecas.bueno,me gustaria compartirlos a travez de blogspot. Diganme por favor que hacer. Gracias a las personas que estan detras de esta pantalla. con afecto de poeta. TERE

SALMOS COMPULSIVOS dijo...

Agradezco la divulgación de mi antología poética de Brasil en este gentil espacio. Sin más, José Carlos De Nóbrega.

La caminante, Ana María Gómez Vélez dijo...

Gracias por autorizar la publicación de su texto en esta pequeña bitároca que pesca poesía en el red, en los libros, en los sueños, en los mensajes de las amistades.
la caminante