
MI FLOR DE LOTO
por Jorge Barajas
Muchos ven en ti un objeto, algunos una escultura de cristal,
pero para mí eres la flor viva (la belleza que el alma bebe, acrecienta la sed por vivir):
eres misterio, eres la mitad del anillo de una paradoja cósmica y circular:
de ti nació Brahama, que al ver tan bella toda su creación,
lloró de felicidad, y de sus lágrimas surgiste ¡Oh flor de loto!
Gustas del pozo inmóvil porque en las aguas torrentosas
no halla asiento el reflejo de las estrellas.
Me aseguraron que venías de Bohemia, pero si no es cierto ¡qué importa!
Para mí, del bosque de los sueños viniste para quedarte (Cada loto es
una pequeña Venecia sostenida en el agua como la más hermosa de las mentiras…
¡No creas que exalto el color ceniza de la mentira! ¿a qué la mentira si con la verdad
nos basta para sufrir y a veces hasta para ser felices?).
Tu presencia invade y agita (Allí donde el agua se cree muerta por su quietud
y su estancamiento, surge el loto como triunfo de la vida…
el pozo no ignora la presencia del loto, su calma delata su contemplación).
Aunque te llaman "el" loto, para mí eres la más fémina de las flores,
lo supe desde el primer instante cuando me di cuenta que estar a tu lado,
para mí es un fervor sin pausas. ¡Oh, gran loto! el triunfo de lo bello
por sobre lo que haya de lodazal en el mundo, es tu gran lección
(Te miro y me pregunto: ¿de qué color son los limos del alma?).
¡Gimes de tanta belleza! (que también es un pulsar de laudes bajo la floresta)
Al mirarte, hasta el tigre jadeante y soberbio que llega a tu ciénaga, olvida su sed.
(Venerable es toda mirada que besa a los lotos, de ellos emana un soplo
que tiene la fuerza y el sosiego de tres mil budas).
Cuando estoy lejos de ti en las noches estrelladas y de plenilunio (¡Qué
paradoja! en esas noches soy como un girasol al que se le ha negado el día)
imagino tu forma siluetada contra el espejo húmedo y cuando
la soledad quiebra los huesos (mis huesos) pienso en tus frágiles pétalos
y me fortalezco (¡si mis huesos confesaran mi llanto antes de contemplarte,
oh compasivo loto!). En esas noches lejos de ti, me recuerdo en tu presencia
(El tiempo, esa sombra sin color que todo lo borra, se dilata y entonces
comprendo por qué puedes germinar luego de tres mil años; confirmas mi sospecha:
como un sol, me miraba sin parpadeos.
Dicen que no tienes raíces ¡No es cierto! ¡Para ver tus raíces hay que mirar a las estrellas!
(La flor que es ese dulce canto de silencios sobre el agua quieta del estanque
[Todo silencio es íntimo] fue símbolo de amistad en el imperio persa.
Fluye suave su canto, pero en crescendo).
Tu belleza (el tierno rigor de un abrazo) parece hablar, y tu voz es susurro y arrullo
(El aire que viene de rozar al loto, es respiración boca a boca que medan las ninfas).
Tres veces me sucedió en ésta ya muy larga vida: cuando mi corazón sangra,
recuerdo entonces que llevo ya dos veranos sin verte.
Tal vez no sabes de tu propia belleza como la estrella que nos alumbra
no sabe de las sombras que ahogan al mundo…
Para un mundo en llamas ¡La frescura del loto!
Para un mundo duro ¡El terciopelo de sus pétalos!
Para un mundo estridente ¡Su belleza silente!...
(Serenidad y silencio en medio de la agitación y el ruido… es triste ver
con qué prisa quiere el hombre llegar a su desgracia ¡no corras,
animal de las urbes, que a donde quiera que fueres apurarás tu destino!
[Sé que gritas hasta llagar tu garganta] ¡Deja atrás la ansiedad,
esa esperanza exacerbada hecha de apuro! ¡Siéntate y contempla el loto!
¡La flor cerrada al desespero! [Una mirada nos puede cambiar la vida]).
Para el trenzado gris de una existencia sin ilusiones ¡El loto es urdimbre!
Pocos lo saben, y es hora que todos lo sepan: ¡El aljibe inmóvil donde se duerme
el loto exorciza cada noche la agitación del mundo! Las almas sufrientes,
al alejarse del pozo luego de contemplarte, encuentran carcomidas sus penas.
¡Cuánto refugio cuando llego a tu rincón; en él se expande lo invasivo de mi dicha!
¡Nelumbo! sedujiste a los bravos celtas; el hokkedo te venera; adornaste
los capiteles y las sortijas egipcias, las cráteras griegas, las cuevas de Ajanta,
los palacios de Babilonia y en Borobudur han visto, grave, tu presencia.
En manos de He Xiangu eres lo que eres: ¡La octava divinidad!
Fuiste la flor consentida de la profana dinastía Song (Contemplándote
en las cerámicas me revelas la lección del caolín:
¡preservar su blancura y no quemarse aunque el fuego arrecie!)
Nominas a un Sutra, que dicen, concentra toda la esencia.
Eres mi stupa de cristal, y dentro de ti, la ceniza del todo.
Mirarte es armonía (esta espina de algodón sabe hacer su oficio),
y entonces comprendo porqué de ti nació el dios del equilibrio.
Desde muy temprano te sentí el centro del universo (de niño sufrí y gocé, y pensé
que tenía dos almas porque no me conocía) y luego supe que fuiste el ombligo de Visnú
(Mi pequeña flor de loto no está sostenida por peciolo alguno
¡Le sostiene su propio encanto! Su iridiscencia es tan plural como los caminos
para llegar a la paz del espíritu; en su ausencia la oscuridad es plena, como un espejo negro).
Eres flor solitaria porque una sola planta no resistiría dos veces tu belleza.
Tu gracia es agonía (disfruto y sufro la belleza), es ancha como la noche;
en tus pequeños pétalos ¡lo inabarcable del encanto (entre sosegado y escandaloso)!
Tu belleza (me sumerge en un rapto), es el vino que apaga una sed y suscita otras.
Alimentas el cuerpo y el alma de los hombres… en el alma del poeta
tienes el peso de las cinco torres de piedra (en forma de loto) de Angkor Wat.
Te miro (Me dejas sentir el ritmo que determina las estaciones y da impulso al arroyo)
y ya siento lo que sienten esas almas que al momento de la muerte
Amida recoge para llevarlas al paraíso entre capullos de loto.
¡Éste es mi sueño en vela!: ¿cuándo te veré en los bosques donde el pavo real
vuela a su gusto y anida a su manera? (Y veo ya húmeda mi sombra
por entre esas selvas [Tendré que cuidarme del tigre]). El marchitamiento
del loto me duele como si se tratara, en mí, de mil arrugas a edad temprana.
Tras una tarde malva otro sol muere, y el loto recoge sus pétalos
como cuando un niño se cruza de brazos para defenderse del frío.
¡No te rompas! ¡No te rompas! ¡Que si te rompes trizarás mi alma!
¡No me dejes sufrir nunca la visión de tu ausencia!
¡Om mani padme h'um!
Jorge Barajas comparte su poema Mi flor de loto, con las fotografías anexas, todas tomadas de Internet y agregadas por él mismo.
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