sábado, noviembre 24, 2012

Infancia



Aprendre
que, si un infant mata, la meva mà
no és massa estranya.
Lluís Llach. Aprendre
Conocí mi infancia muy tarde,
cuando no me quedaba
más que el febril deseo
de recordarla o de inventarme
mis hogares, la inclusa,
los sucesos y mis orígenes
felices, si existieron. O la pena transida,
sepultada en lo estéril.
Perdido casi todo. Canciones escolares, 
mi gusto por los mapas,
el sabor de las moras blancas,
las primeras lecturas, la lana de los lechos
y el trajecito de domingo
cuando había visita al manicomio.
Perdido casi todo,
supe que existió como se recibe
un golpe inesperado, con dolor,
sabiendo que era ya irrecuperable.
La perdí muchas veces, me imagino.
Cuando cambiaba en los recreos
mi bocadillo de queso y jamón
por los de mortadela que traía
un compañero, pobre y bizco.
O aquel día en que vi alejarse 
los ojos del amor desde la ventanilla
de un tren con recorrido norte-sur.
Supe que fue verdad mi niñez cuando
aprendí a controlar la angustia por los piojos.

Isabel Pérez Montalbán

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