jueves, noviembre 04, 2010

La brevedad engañosa de la vida

La brevedad engañosa de la vida
Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada sol repetido es un cometa.

¿Confiésalo Cartago y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas;
las horas, que limando están los días,
los días, que royendo están los años.

Luis de Góngora y Argote. (1561 - 1627)
Nació en Córdoba. Estudió en la Universidad de Salamanca. Recibió órdenes religiosas y obtuvo un cargo eclesiástico de poca importancia, que le permitió viajar por España y frecuentar la Corte en Madrid. Consiguió que Felipe III le nombrara su capellán. Al final de su vida, agobiado por las deudas, se trasladó a Córdoba, donde murió en olor de santidad poética.
Góngora tuvo en vida defensores apasionados y críticos implacables. Sus dos enemigos de más valer fueron Quevedo y Lope de Vega.
Hasta hace poco la historia literaria separaba su obra poética en dos mitades claramente diferenciadas. Por un lado, las letrillas de inspiración popular y los romances moriscos, amorosos, pastoriles y caballerescos. De otro, su obra cultista iniciada en 1610 con la Oda a la toma de Larache y continuada con la fábula de Polifemo y Galatea (1613), las Soledades (1613) y el Panegírico al duque de Lerma (1617).
Equidistante entre ambos aspectos, están sus numerosos sonetos y canciones de estilo clásico, al igual que sus poemas burlescos, como Ande yo caliente, Ahora que estoy despacio o Murmuraban los rocines.

No hay comentarios: