En mi verso de miel
he cantado la hiel de la ausencia.
¡Oh ardid de la crüel que secó mi existencia!
En rubio hilo de oro
engarzo el verso ahora, labrado con primor;
y con vigor tranquilo canto cosas de amor.
Jardines perfumados de rosas
y gacelas de ojos negros, y undosas
sedas de las gacelas.
La crüel fue jardín de mi pasión. Su rostro,
rosas de ese jardín, y las combas nerviosas
de sus senos,
sus deleitosas peras, sus granadas sabrosas.
Sus formas de jazmín eran panales llenos.
De hoy más quiero vivir entre vírgenes tiernas,
mirar la móvil gracia de sus piernas,
flexibles como ramas de frescor matinal;
vivir entre beldades
intactas como perlas que no tiñó el coral.
Al son de unos suaves laúdes, pronto el labio
a la colmada copa da el escanciados;
y olvidar el dolor, tendido en las praderas
morosas,
entre rosas
de negligente olor.
Y aspirar los sutiles aromas de la carne fugaz;
saborear la esquiva saliva de los labios en flor
con besos
de mimo ardiente y puro
prefiriendo los gruesos
labios, los de color oscuro.
Y mis ojos cansados reposarán en su mirar;
y en su jardín sin par
la aurora
no hallará sentados junto al agua canora
que fluye sin cesar.
Guillermo Valencia.
Obras poéticas completas. Catay. Temas árabes. Ed. Aguilar. 2ª. Ed. Madrid, España. 1952
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