En la tarde vidriosa de un enero en París,
entre las asperezas de la fiebre,
un hombre largo y negro como un árbol ve
entre las asperezas de la fiebre,
un hombre largo y negro como un árbol ve
nacer los campos de cacahuetes, de cara a la pared manchada
de humedad, aspira el aire de mimosas que nace en las llanuras
de Senegal.
En un quilombo del Río de la Plata, en una lengua llena de
sobresaltos, un hombre habla de vides y campanas a un grupo
de troperos silenciosos que no pueden saber que está llorando.
En una espesa cocina del Caribe, con trigo y hierbabuena
una mujer dibuja a su madre, reconoce a su hermano, con aceite
de olivas bautiza a sus hijos.
En Central Park seis ancianos judíos
bailan la polonesa tomados de la mano
y es como si de sus pechos brotaran hayas y
alisos.
Piedad Bonnett
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