sobre un oro cansado de ceniza,
pájaros oscuros que se mecen
en el dorso del agua estremecida.
Silencios sus gargantas amontonan,
inertes van las alas en sus flancos.
Ni ojos que los miren ni una frente
que les piense. Sólo pájaros.
La hora está en su fin. Todo se acaba
o todo va a empezar... Si se supiera
que fin y que principio son lo mismo
acaso este presente nos cediera
la almendra de su luz, nos entregara
la pulpa del saber a qué vinimos;
si somos elegidos de otros mundos
o somos sus esclavos, con destino
de darnos en sustento de su vida.
El oro es una ausencia, la ceniza
responde al acoso infatigable...
Lo eterno se concentra en su manida.
9.XII.75, Madrid. "W". Carmen Conde, 1975 |
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